El año pasado fuimos invitadas por tercera ocasión a participar en la bebeteca de la 32 Filij en la ciudad de México compartiendo con otros proyectos que trabajan con bebés en varias partes de la república.
Fue una experiencia muy enriquecedora tanto para nosotras, como promotoras de lectura, como para las familias que se acercaron y pudieron disfrutar de un espacio especial para ellos, de un momento de lectura y de varias propuestas en torno a los libros pensadas para los más pequeños. Este año nos están invitando de nueva cuenta y estamos preparándonos para volver a reunirnos con este gran equipo de la bebeteca de la feria, que año con año nos abre las puertas, con profesionalismo, respeto y mucho, pero mucho corazón.
En esta última edición de la Filij participamos además en el II Encuentro Internacional de Cultura Lectora: "La lectura como vínculo de la diversidad cultural". En este encuentro además de conocer otras propuestas y diversas y enriquecedoras miradas acerca del mundo de la cultura lectora pudimos compartir con algunos de los asistentes nuestra propuesta de trabajo con bebés en el taller que impartimos: "¿Lectura con bebés? Algo más que libros."
Hace un tiempo una de las participantes del taller nos envió un cuento que escribió a partir de su experiencia en el mismo. Pamela nos cuenta a través de esta historia algunas de las cosas que se quedaron con ella a partir de este espacio de reflexión que compartimos y nos derritió el corazón por su capacidad de trasladar esto al ámbito literario.
Gracias a su generosa disposición nos permitió compartir con ustedes su cuento.
"Un monstruo en el taller para bebés"
Escrito por Pamela
I. Castillo
Dedicado a mis
maestras y compañeras
del taller de
lectura para bebés;
gracias por compartir conmigo
este delicioso descubrimiento.
Esta
es la historia de un Gran monstruo que era escritor de novelas…era muy feliz
leyendo en silencio y voz alta por las
noches, en las cafeterías llenas de monstruos como él.
Todos
los días rumbo a su casa o al cine, caminaba con su enorme cuerpo y sus pesadas
y peludas patas entre la gente. A cada paso que daba, todo a su alrededor se
estremecía: las mesas de las cafeterías se volteaban, los hidrantes reventaban,
algunas alarmas de los automóviles se activaban y sin poder evitarlo: iba
haciendo llorar a los niños.
Era muy bueno disimulando, pero dentro, muy
dentro, eso no le parecía muy agradable.
Sentía
algunas veces que era un monstruo muy torpe y ese sentimiento se peleaba sin
querer con aquel otro que le decía -¡mírate, eres un enorme monstruo, tan verde
y escamoso, como no hay otro igual, que bueno que los niños lloren y la ciudad
retumbe a tu paso!-
Y
él pensaba entonces que así tenía que ser, todos los monstruos de la ciudad
eran igualitos a él y definitivamente nunca los había visto avergonzarse de su
enorme, torpe, brusco y monstruoso cuerpo.
Algunas
veces en las librerías veía a los monstruos como él con extrañas habilidades,
se movían, brincaban, pegaban de gritos frente a niños que no lloraban, se
divertían mirando al monstruo saltimbanqui. Y aunque esto le gustaba, nunca se
atrevió ya que dio por hecho que pasar así el rato, para él, sería imposible.
Un
día se abrió la convocatoria para ir a tomar unos cursos que le servirían en su
serio, silencioso y solitario trabajo de escritor justo en la feria del libro de ciudad monstruo
así que luego de un par de llamadas quedó inscrito. Cuál fue su sorpresa cuando se presentó en el
salón principal y miró su nombre en una lista de un taller muy extraño. Se colocó sus lentes e hizo los ojos
chiquitos para enfocar bien: “TALLER DE LECTURA PARA BEBÉS. Algo más que solo lectura”
Primero
guardó silencio, observó todos los otros talleres: LLENO, LLENO, LLENO. –No
puede ser- se dijo en silencio mientras daba un paso hacia atrás…-¿y que se
supone que voy a hacer yo en un taller como esos?, no, no, no. Prendió su celular y marcó rapidamente - Hola
Adriana, si, mira…hay un error en los talleres, me inscribiste en…si para
bebés…pero…ok, me parece perfecto, que tengas un gran día-No había de otra.
Tenía
las manos sudorosas ¿qué iba a hacer cuando llegara a leer entre todas aquellas
delicadas lectoras para bebés, con voces suaves y gestos ligeros?, él ¡todo el
tiempo tendría que ser un monstruo!
Esta
vez, no le quedó ninguna forma para escaparse.
Pensándolo bien durante un buen rato, decidió que lo intentaría y
hablaría muy poco y no se movería de su lugar ni para servirse café o tomar
galletitas, no fuera a ser que tirara algo con la cola o despegara una lampara
del techo al que llegaba su enorme cabeza.
Antes
de irse a dormir preparó todo con la intención de que no hubiera pretextos para
no llegar a enfrentarse a su nuevo curso así que guardó su cuaderno, su pluma dentro de su mochila
color morado, que era, pues, su favorita.
A
la mañana siguiente un par de patas enormes se abrían paso con dificultad en el
salón de clases de lectura y con su enorme cuerpo, haciendo un gran alboroto,
se sentó en una sillita donde apenas cabía
dispuesto y seguro de su decisión… Aunque para colmo había llegado tarde
y no había nada de galletitas ni café para quitarse los nervios…todas las lectoras
se presentaban y comentaban entre sí sobre sus diversas actividades para los
niños mientras el monstruo los observaba, dejándose liberar por un momento de
sus prejuicios y llenándose de curiosidad…Llegó el turno de presentarse, ¡le
sudaban las garras y sentía que el corazón se escuchaba por todo el edificio! Se
aclaró la garganta, mientras que sus compañeras le clavaban los ojos encima muy
abiertos y con voz, lo más cordial que pudo dijo –Buenos días, yo soy monstruo
y soy escritor, y quisiera aprender cómo se leen libros para niños-
De
pronto notó que las palabras que él estaba sintiendo pasaron atolondradas sobre
las que su mente quería decir y sin más salieron de su boca, haciéndole
confesar el no saber leer libros a niños.
Los
tres días del curso la pasó rapidísimo, haciendo comentarios sobre su
experiencia como lector, recortando y pegando complicados personajes de cuentos
de hadas…todo iba de maravilla, hasta que, por la tarde, a la profesora se le
ocurrió que sería bueno ver un poco de una película, y que la llevaba
preparada, y que estaría muy bien para entender lo que se había visto, así, que
no hubo más remedio…se acomodaron todos para ver y cuál fue su sorpresa…5 niños
de diferentes naciones cada uno, desde el embarazo hasta su nacimiento. Miró a un niño africano, jugar todo el tiempo
en la tierra mientras su mamá lo acariciaba muy rico; a otro, de Mongolia, muy
bien abrigado y entre borregos, solo; miró a otros más reír y la forma en la
que sus caras cambiaban de forma cada vez que miraban algo que consideraban
importante aprender.
Poco
a poco, con la música y las imágenes fue sintiendo como algo se partía dentro
de él. Algo calientito que le subió a la
cabeza desde el estómago y luego bajó hasta sus pies, sus ojos se llenaron de
lágrimas que quiso disimular, porque ya hemos dicho que era muy bueno
disimulando, pero esta vez, no lo logró del todo. Se agachó tantito y respiró
hondo, después de la película, la
maestra los puso en un círculo a leer libros para niños pero él no quiso ser
voluntario aunque tuvo que reconocer que todos los libros le habían gustado, en
especial uno de una gallina que se cae de un huevo porque no puede empollarlo.
Escuchó
con atención la lectura, terminó el taller y parecía que no, pero algo, muy
dentro, muy en el fondo del monstruo había cambiado, definitivamente ya no era
el mismo, ahora sentía una enorme paz y sus movimientos eran delicados como los
de cualquier monstruo monstruoso de su clase…
Salió
porfín del edificio casi corriendo y no se dio cuenta como una piel negra
comenzó a caérsele mientras caminaba, se despegaba de su lomo lleno de escamas
hasta quedar amontonado en su larga cola…y a su paso iba dejando huella de algo
muy especial, sus escamas, aquellas que antes fueran unas escamas verdes y
aburridas se veían diferente, era como un pequeño resplandor de colores en sus
orillitas. Lo notó mientras daba la
vuelta en la esquina para encontrarse con su hijito monstruo que por fin pudo
ver a su papá contento y tomarlo de la mano mientras le ofrecía con la otra el
delicioso helado de chocolate con limón y papá monstruo le dio una
probadita. Dicen que los vieron alejarse
muy despacio mientras él le contaba el cuento de una gallina que se caía de su
huevo por quererlo empollar y la historia de unos niños que gustaban de la
tierra y pensó muy quedito, solo para él, lo que era en realidad “algo más que
solo lectura” .
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