La separación que comúnmente hacemos entre los
conceptos de teoría y práctica, es más una construcción prejuiciosa que una
realidad. Decimos que una persona es “más teórica” y otra es “más práctica”
pero pienso que lo que siempre vemos en cualquier persona es praxis, es decir,
la conjunción de ambas dimensiones, porque son más bien imposibles de separar.
Los seres humanos, de
cualquier edad y condición somos práctica todo el tiempo, práctica social y
cultural: cuando aparentemente no hacemos nada, cuando comemos, cuando leemos,
cuando vamos al baño, cuando damos una conferencia. Actuamos a cada momento
mostrando con nuestro actuar cómo pensamos.
La práctica social y
cultural, cualquiera que esta sea responde entonces a formas de construir
conocimiento de nuestro mundo, responde a la manera en cómo queremos habitarlo
y cómo queremos relacionarnos con los demás habitantes en él. Esas ideas sobre
lo que queremos, cómo lo queremos y adónde vamos, son ideas de otros re-significadas
por nosotros, apropiadas por nosotros para darle sentido a nuestro actuar. Es la teoría la que está detrás de nuestra
práctica, de manera no visible a simple vista. Sin embargo, puede ser más o
menos consciente en quien la pone de manifiesto: puede serlo de manera más profundizada,
compleja o rebuscada cuando está presente en una conferencia y más sencilla o
de sentido común cuando vamos al baño. Pero sea como sea, la “teoría” es la
suma de ideas que nos guían, la conformamos con lo que hemos escuchado de
nuestros padres, con lo que hemos leído, aprendido en la escuela, aprendido
viviendo simplemente y que hemos ido integrando de maneras diversas a nuestra
práctica cotidiana. Un poquito de aquí y
un poquito de allá.
Cuando tenemos oportunidad
de asistir desde que somos pequeños a espacios de reflexión colectiva, podemos
ser más rápidamente conscientes de las ideas que guían nuestra práctica. Necesariamente,
escuchar y ver otras formas de re-significar las ideas y las prácticas, de
argumentar acerca de nuestras formas de mirar la realidad y la de los demás,
nos cuestiona. Un espacio de reflexión colectiva basado en el diálogo nos
permitirá abrirnos a múltiples cuestionamientos sobre nosotros mismos y los demás, nos
permitirá mirar lo mismo de otras maneras, enriquecernos y transformarnos.
La capacidad de visitar la doble
vía, de ir de las ideas a la práctica y de regreso, de lograr llevar a la
consciencia aquella teoría que guía nuestra práctica para cuestionarla, se
ejercita, en nuestro camino encontramos seres increíbles que ponen a nuestra
disposición ideas para ser reflexionadas, dialogadas contrastadas, para luego
poder apropiárnoslas y llevarlas a la práctica a nuestra manera; seres igualmente
increíbles que proponen prácticas concretas para después ser reflexionadas,
dialogadas, contrastadas para poder llevarlas a las ideas, hacerlas nuestras y
sustentar con ellas otras prácticas.
Los espacios de reflexión
colectiva permiten que las diferentes formas de re-significar la realidad
tengan cabida, algunas de esas formas habrán surgido primero de las ideas y se
habrán convertido en práctica, otras habrán salido de la acción para
convertirse en idea…sin el diálogo de doble vía no sería posible “darnos
cuenta”, no sería posible nuestra transformación. Es por esto que para conocer
a una persona a profundidad no vasta con saber lo que opina, o solamente lo que
hace, es necesario que nos diga por qué hace lo que hace y nos enseñe cómo hace
lo que dice.
El primer espacio de reflexión
colectiva es el hogar, en él los niños aprenden a leer su mundo, a tomar las
ideas de sus padres para re-significarlas y crear sus propias percepciones y
sus propias prácticas. La clave de las posibilidades reflexivas en ese
colectivo está en la equidad para pensar, expresar y dudar. En el ejercicio de
cuestionar para entender y no para enjuiciar. A partir de este espacio primario
de reflexión aparecen en nuestra vida otras posibilidades. Unos espacios más
cognitivos, otros más motrices, el equilibrio es la clave.
Leer para transformar es el lema de Bunko Papalote A.C., como otros
espacios de reflexión colectiva trabajamos con ideas de la literatura infantil
y de las personitas que las leen, para dialogar, llevar a la práctica y a la
teoría, lo que leemos del mundo, escrito en un libro, en una persona, o en la
naturaleza, y así enriquecer nuestra praxis aportando desde ambas vías a la
construcción de un mundo mejor para todos.