4 de abril de 2014

Habitar espacios de reflexión colectiva


 Este artículo fue escrito por Gialuanna Ayora, coordinadora de Xalapa para el número de abril de la revista electrónica Ser Tribu http://sertribu.com/revista.html





La separación que comúnmente hacemos entre los conceptos de teoría y práctica, es más una construcción prejuiciosa que una realidad. Decimos que una persona es “más teórica” y otra es “más práctica” pero pienso que lo que siempre vemos en cualquier persona es praxis, es decir, la conjunción de ambas dimensiones, porque son más bien imposibles de separar.
Los seres humanos, de cualquier edad y condición somos práctica todo el tiempo, práctica social y cultural: cuando aparentemente no hacemos nada, cuando comemos, cuando leemos, cuando vamos al baño, cuando damos una conferencia. Actuamos a cada momento mostrando con nuestro actuar cómo pensamos.
La práctica social y cultural, cualquiera que esta sea responde entonces a formas de construir conocimiento de nuestro mundo, responde a la manera en cómo queremos habitarlo y cómo queremos relacionarnos con los demás habitantes en él. Esas ideas sobre lo que queremos, cómo lo queremos y adónde vamos, son ideas de otros re-significadas por nosotros, apropiadas por nosotros para darle sentido a nuestro actuar. Es la teoría la que está detrás de nuestra práctica, de manera no visible a simple vista. Sin embargo, puede ser más o menos consciente en quien la pone de manifiesto: puede serlo de manera más profundizada, compleja o rebuscada cuando está presente en una conferencia y más sencilla o de sentido común cuando vamos al baño. Pero sea como sea, la “teoría” es la suma de ideas que nos guían, la conformamos con lo que hemos escuchado de nuestros padres, con lo que hemos leído, aprendido en la escuela, aprendido viviendo simplemente y que hemos ido integrando de maneras diversas a nuestra práctica cotidiana.  Un poquito de aquí y un poquito de allá.
Cuando tenemos oportunidad de asistir desde que somos pequeños a espacios de reflexión colectiva, podemos ser más rápidamente conscientes de las ideas que guían nuestra práctica. Necesariamente, escuchar y ver otras formas de re-significar las ideas y las prácticas, de argumentar acerca de nuestras formas de mirar la realidad y la de los demás, nos cuestiona. Un espacio de reflexión colectiva basado en el diálogo nos permitirá abrirnos a múltiples cuestionamientos  sobre nosotros mismos y los demás, nos permitirá mirar lo mismo de otras maneras, enriquecernos y transformarnos.
La capacidad de visitar la doble vía, de ir de las ideas a la práctica y de regreso, de lograr llevar a la consciencia aquella teoría que guía nuestra práctica para cuestionarla, se ejercita, en nuestro camino encontramos seres increíbles que ponen a nuestra disposición ideas para ser reflexionadas, dialogadas contrastadas, para luego poder apropiárnoslas y llevarlas a la práctica a nuestra manera; seres igualmente increíbles que proponen prácticas concretas para después ser reflexionadas, dialogadas, contrastadas para poder llevarlas a las ideas, hacerlas nuestras y sustentar con ellas otras prácticas.
Los espacios de reflexión colectiva permiten que las diferentes formas de re-significar la realidad tengan cabida, algunas de esas formas habrán surgido primero de las ideas y se habrán convertido en práctica, otras habrán salido de la acción para convertirse en idea…sin el diálogo de doble vía no sería posible “darnos cuenta”, no sería posible nuestra transformación. Es por esto que para conocer a una persona a profundidad no vasta con saber lo que opina, o solamente lo que hace, es necesario que nos diga por qué hace lo que hace y nos enseñe cómo hace lo que dice.
El primer espacio de reflexión colectiva es el hogar, en él los niños aprenden a leer su mundo, a tomar las ideas de sus padres para re-significarlas y crear sus propias percepciones y sus propias prácticas. La clave de las posibilidades reflexivas en ese colectivo está en la equidad para pensar, expresar y dudar. En el ejercicio de cuestionar para entender y no para enjuiciar. A partir de este espacio primario de reflexión aparecen en nuestra vida otras posibilidades. Unos espacios más cognitivos, otros más motrices, el equilibrio es la clave. 
Leer para transformar es el lema de Bunko Papalote A.C., como otros espacios de reflexión colectiva trabajamos con ideas de la literatura infantil y de las personitas que las leen, para dialogar, llevar a la práctica y a la teoría, lo que leemos del mundo, escrito en un libro, en una persona, o en la naturaleza, y así enriquecer nuestra praxis aportando desde ambas vías a la construcción de un mundo mejor para todos.



2 de abril de 2014

Abril, mes del niñ@, mes del libro... Y ¿qué pasa con los jóvenes y la lectura de literatura?

Por: Lupita Queirolo G.
Coordinadora Bunko Papalote Morelia





Abril, mes del niñ@, mes del libro… Y ¿qué pasa con los jóvenes y la lectura de literatura?

En este mes celebramos en Bunko Papalote el encuentro entre bebés, niñ@s, jóvenes y sus familias, y la literatura -oral y escrita- en cualquier soporte que se presente. Sea una historia narrada de viva voz, impresa en un libro o vista en un dispositivo digital, en Bunko Papalote creemos que la literatura compartida en espacios sociales con una clara propuesta e intencionalidad puede aportar:
-       al desarrollo del diálogo,
-       al reconocimiento y aprecio del valor del otro y de la diversidad
-       a generar -al vivirla como práctica significativa- una postura reflexiva y propositiva que haga de nuestras vidas espacios permanentes de exploración,  introspección, expresión y transformación.

Hoy más que nunca, nuestra participación colectiva nutrida por el sentido de responsabilidad personal es necesaria y está cambiando al mundo. La capacidad de crear y llevar a cabo soluciones viables a los problemas que nos aquejan, depende de nuestra habilidad para imaginar nuevas realidades, y la confianza para llevarlas a cabo. Bebés, niños y jóvenes necesitan espacios de acompañamiento para interactuar con otros, explorar, comunicarse y construir una mirada más amplia de sí mismos y de su realidad.

La literatura es una fuente ancestral no solo de experiencias humanas -ideas, formas de interpretar, sentir, ser y hacer-, sino también un espacio de producción simbólica abierto a todos y que nos compete a todos. Compartir literatura puede invitarnos a crear una visión y voz propia de nuestra realidad que nos permita sentirnos más parte de ella, más involucrados: actores y no espectadores pasivos.
El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano le da un lugar central a la literatura en nuestras vidas con esta frase:  “los científicos dicen que estamos hechos de átomos pero a mi un pajarito me contó que estamos hechos de historias.”

Los jóvenes y la literatura
La pre adolescencia y la adolescencia, etapas del desarrollo marcadas por cambios físicos y por la incertidumbre de entrar al mundo tan complejo de los adultos, genera en los jóvenes inquietud y ansiedad. Emociones que pueden encontrar salida y alivio a través del contacto con la literatura, poblada con modelos de experiencia y un sin fin de palabras para nombrar y construir su propia manera de vivir esta transición. Además, nosotros los adultos al compartir lecturas con ellos, podemos ampliar las visiones de la realidad a las que tienen acceso a través de los medios de comunicación y la tecnología, y con esto garantizamos espacios de diálogo. La antropóloga Margaret Mead afirma que estos espacios deberán partir de la base de que ambas partes -adultos y jóvenes- comprendan que aun hablando el mismo idioma  a veces las mismas palabras significan distintas cosas ya que cada uno pertenece a una época y circunstancia histórica muy diferente. Pero que si ambos están dispuestos a escuchar y preguntar es posible el inicio de una larga conversación.


Así que los invitamos a compartir espacios de lectura y diálogo: en casa rodeados del amor y cercanía familiar y con nosotros en la biblioteca, en contacto con sus pares, una propuesta literaria amplia y un ambiente de reflexión y creatividad.