Por: Claunnia Ayora Vázquez mamá de Emilio Gadea Ayora (jueves 6pm)
Conocí primero la propuesta de Bunko Papalote como tía y me
pareció una gran idea, su inusual forma de compartir la literatura me daba la
impresión de que no solo era divertido sino reflexivo para los pequeños que
asistían.
Pero fue hasta que me colé a los talleres con mi bebé de 4
meses que viví en carne propia lo que verdaderamente se cocinaba dentro y fuera
de los salones de Bunko Papalote. Los
veinte años que hoy cumple son el reflejo del compromiso de todas las personas
que han sido parte de este proyecto, el
interés genuino por estar, por trabajar en equipo y por crecer como
profesionales y personas. Es un trabajo dedicado, sistematizado, reflexionado,
lo que no es común en otros talleres a los que asisten nuestros/as hijos/as y
eso se agradece. Muestra que existe un compromiso personal en lo que hacen y no
un simple cumplimiento de trabajo.
La mayoría de las propuestas de talleres para niños que se
encuentran en nuestra ciudad no tienen realmente un compromiso social, pues se
cree que el trabajo termina en el momento en que planeamos y ejecutamos una
actividad “linda” o interesante para los/as niños/as, pero no es así, un
compromiso social está relacionado con la congruencia, donde lo que se piensa y
se hace en el trabajo se vea reflejado en la vida cotidiana; con
dejar el mundo un poco mejor que como lo
encontramos el día anterior; con transformar positivamente nuestra
sociedad, hoja por hoja, palabra por palabra…
eso es lo que han hecho cada una de las Bunkeras durante los ocho años
que llevo de conocerlas.
Estoy feliz de haber presenciado unos cuantos años de los 20
que ahora se festejan, el regalo nos lo dan a nosotros y sobre todo a todos/as
los/as niños/as que han desfilado en calcetines por las alfombras impecables de
Bunko Papalote. Emilio se lleva este año como regalo el haber podido disfrutar
un poco más de 768 cuentos de calidad y cada uno de estos se ven reflejados en
su personalidad, sus respuestas, su aprendizaje, sus sueños y sus pensamientos.
Ha escrito historias fantásticas y recorrido muchos kilómetros entretenido. Ha
llorado, reído y se ha enojado con las historias pero jamás (desde los 4 meses
y medio) a roto o maltratado un solo cuento propio o de Bunko Papalote, ¿Qué
más podemos pedir?
Gracias Bunko Papalote y Felicidades.
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