La celebración en el Jardín de las esculturas comenzó con unas palabras de las tres personas por cuyas gestiones, ideas, esfuerzo y apoyo este proyecto vio la luz en 1993. Hoy Bunko Papalote cumple 20 años de promover la lectura en México desde la sociedad civil. A continuación sus textos:
La semilla de Bunko Papalote
Por: Rebeca Cerda. Gestora y asesora permanente de Bunko Papalote A.C.
Es sencilla y pequeña esta narración, fue la semilla que se buscó y sembró para hacer crecer este árbol que hoy festejamos, todo comenzó en 1988 con el conocimiento del trabajo que desarrollaban en Japón creando pequeñas bibliotecas comunitarias. Esta red se originó cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de que los niños y sus familias a través de las actividades de lectura pudieran comunicarse con otros niños y permitir la protección, y el sentido del orgullo cultural de las prácticas lectoras como el puente para establecer una relación social de comprensión y entendimiento entre pares.
La experiencia se había multiplicado y llegado a varios países. Para que esta llegara a México tomó dos años de escribir cartas a Japón hasta lograr una reunión con la Asociación Bunko Internacional y ver la posibilidad. En 1990 en la ciudad de Williamsburg en EU, la Sra. Yukiko Kobayashi, directora ejecutiva me dio una cita. Llegué, y resultó que para mi sorpresa, no era una cita lo planeado, sino una ceremonia del té un "Chanoyu".
Los japoneses consideran que hay varios CAMINOS DE VIDA, y uno de ellos es el CAMINO DEL TÉ; El auténtico espíritu estético de una austera simplicidad y refinada pobreza; esta es una forma de cortesía que representa la belleza y la armonía con la naturaleza. Si vemos en retrospectiva este acto, de alguna forma esta ceremonia representaba un presagio de la forma de proyecto y trabajo que se vislumbraba en el futuro.
Años después, debido a la insistencia, nos reunimos en México con la Sra. Kobayashi, y estuvo de acuerdo en apoyarnos con la compra de 150 libros y dinero para un librero... De esta manera tan simple y austera, se le entregó a Aída la semilla con la que comenzó la historia sobre la que hoy vamos a hablar y cuyas experiencia vamos a recordar.
Me gustaría compartir algunas fortalezas que han distinguido el trabajo en los Bunkos Papalote:
• La tenacidad de un grupo social por permanecer en el trabajo de la propuesta.
Sorprende al que se acerca conocer que no es una gran agrupación o poderosa institución la que realiza el trabajo. Esto rompe los esquemas de la actual visión que impera en el mundo de hoy, el del valor monetario, el de los medios de comunicación y de la reproducción acelerada del trabajo con fines productivos sobre la vida de las personas.
• El valor humano por la predilección de una forma de vida dedicada al cuidado del "otro" a través de la formación de procesos culturales y sociales.
Para encontrar sentido y significado en las narraciones que se llevan a cabo en los talleres y en las propuestas de un orden de vida diaria de la que todos participan a través de intercambios y diálogos.
• La fidelidad a la filosofía y al grupo, que han sido discutidos, experimentados y reformulados a través del tiempo para poder ser flexibles según las circunstancias que el día a día va reclamando.
Es sencilla y pequeña esta narración, fue la semilla que se buscó y sembró para hacer crecer este árbol que hoy festejamos, todo comenzó en 1988 con el conocimiento del trabajo que desarrollaban en Japón creando pequeñas bibliotecas comunitarias. Esta red se originó cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de que los niños y sus familias a través de las actividades de lectura pudieran comunicarse con otros niños y permitir la protección, y el sentido del orgullo cultural de las prácticas lectoras como el puente para establecer una relación social de comprensión y entendimiento entre pares.
La experiencia se había multiplicado y llegado a varios países. Para que esta llegara a México tomó dos años de escribir cartas a Japón hasta lograr una reunión con la Asociación Bunko Internacional y ver la posibilidad. En 1990 en la ciudad de Williamsburg en EU, la Sra. Yukiko Kobayashi, directora ejecutiva me dio una cita. Llegué, y resultó que para mi sorpresa, no era una cita lo planeado, sino una ceremonia del té un "Chanoyu".
Los japoneses consideran que hay varios CAMINOS DE VIDA, y uno de ellos es el CAMINO DEL TÉ; El auténtico espíritu estético de una austera simplicidad y refinada pobreza; esta es una forma de cortesía que representa la belleza y la armonía con la naturaleza. Si vemos en retrospectiva este acto, de alguna forma esta ceremonia representaba un presagio de la forma de proyecto y trabajo que se vislumbraba en el futuro.
Años después, debido a la insistencia, nos reunimos en México con la Sra. Kobayashi, y estuvo de acuerdo en apoyarnos con la compra de 150 libros y dinero para un librero... De esta manera tan simple y austera, se le entregó a Aída la semilla con la que comenzó la historia sobre la que hoy vamos a hablar y cuyas experiencia vamos a recordar.
Me gustaría compartir algunas fortalezas que han distinguido el trabajo en los Bunkos Papalote:
• La tenacidad de un grupo social por permanecer en el trabajo de la propuesta.
Sorprende al que se acerca conocer que no es una gran agrupación o poderosa institución la que realiza el trabajo. Esto rompe los esquemas de la actual visión que impera en el mundo de hoy, el del valor monetario, el de los medios de comunicación y de la reproducción acelerada del trabajo con fines productivos sobre la vida de las personas.
• El valor humano por la predilección de una forma de vida dedicada al cuidado del "otro" a través de la formación de procesos culturales y sociales.
Para encontrar sentido y significado en las narraciones que se llevan a cabo en los talleres y en las propuestas de un orden de vida diaria de la que todos participan a través de intercambios y diálogos.
• La fidelidad a la filosofía y al grupo, que han sido discutidos, experimentados y reformulados a través del tiempo para poder ser flexibles según las circunstancias que el día a día va reclamando.
-
El diálogo "descubierto" para mantener la cohesión y el avance.
-
La continua preparación profesional de los que participan ha permitido el avance en
el diálogo y la práctica.
Por: Aída Jiménez Orozco. Fundadora de Bunko Papalote, A.C.
“¡Ah…! ¡Ya entendí…!”
Ésta es con
seguridad, la expresión que más me gusta escuchar en un niño o niña, a
propósito de la lectura de un cuento, de manera conjunta, en los talleres de
lectura de Bunko Papalote.
Este enunciado,
con sendos signos de admiración, me hace pensar que para el niño no sólo está
resultando significativa la información compartida, sino que está acomodando en
su esquema mental un entendimiento nuevo, que convivirá y probablemente
diferirá de otros ahí construidos. Seguramente, al dialogar con su familia
acerca de estas ideas, así como al contrastarlas a partir de alguna experiencia
social, dichas ideas volverán a moverse en su mente, convirtiéndose en objeto
de nuevas reflexiones, probablemente acciones individuales y colectivas, aprendizajes
y desaprendizajes, como dice un
amigo.
Últimamente he
estado pensando que una cosa parecida a este proceso infantil del que hablo, ha
pasado conmigo misma a lo largo de estos 20 años de mantener con vida un
espacio social como Bunko Papalote.
Entre otras cosas
he podido entender que una clara y constructiva comunicación (acertiva, dirán mis amigos psicólogos),
indispensable para una convivencia armónica en cualquier aspecto de la vida que
se nos ocurra, es un proceso sumamente complejo y delicado. Difícil de poner en
práctica también, que requiere de
aprendizajes que no siempre desarrollamos en la familia o en la escuela, tales
como atención, interés por los demás, así como capacidad de reconocer y expresar
las contradictorias emociones que nos produce el encuentro con los otros
(especialmente con los que resulta que no son como nosotros).
También he podido
entender a lo largo de estos 20 años, que tanto los afortunados encuentros,
como los dolorosos desencuentros, son dos caras de una misma moneda. Y que
ambos son necesarios para fortalecer nuestros aspectos positivos, así como para
reconocer y transformar (o desaprender) los negativos.
Como la cuartilla
se me acaba (y con ella mi tiempo de participación en esta celebración),
terminaré diciéndoles que Bunko Papalote ha sido para mí un laboratorio
experimental de vida democrática (inmersa en relaciones de poder que hemos
aprendido a reconocer, lidiar y transformar), de creatividad, libertad,
reflexión colectiva y amistad. Por esto, después de 20 años, puedo decir como
los niños “¡Ah…! ¡Ya entendí…!”
Por Patricio Ortiz. Esposo de Aída y papá de Bunko Papalote, A.C.
Aunque los
Talleres de lectura de Aída comenzaron antes de que llegáramos a Xalapa, en la
Casa de la Cultura de Cholula, Bunko Papalote, como tal, comenzó en Xalapa. Me
atrevería a decir que Bunko empezó a existir junto con un librero,
especialmente diseñado por Aída y fabricado por un amigo carpintero, que se
abre y cierra (todavía existe y está en uso) y que en su interior albergaba
todo el acervo de libros que en ese momento conformaban la biblioteca infantil.
El librero, si mal no recuerdo, se encontraba primero en el Patio Muñoz, al que
acudían por las tardes niñas y niños. Recuerdo especialmente de esa época que
una tarde llegó Aída, muy risueña, cantando una porra que Atzimba, una de sus
alumnitas, le había compuesto: Bunko Papalote, Bunko Papalote, la maestra Aída,
la maestra Aída. No hace falta decir que esa porra todavía es utilizada en
ocasiones especiales, como esta. Del Patio Muñoz, Bunko Papalote y el librero
se mudaron junto con nosotros a nuestra casita de Lomas Verdes, en donde en
aquellos entonces terminaba la ciudad de Xalapa. Las familias de aquella remota colonia no
eran, para citar algunas de las cosas que he aprendido gracias a los estudios
de Aída “culturalmente cercanos a la lectura” y un taller de lectura infantil
no podría haberles importado menos, así que la “Maestra Aída, la Maestra Aída”
tenía que salir a tocar de casa en casa, para pedirles a las mamás que le
prestaran un ratito a sus hijas e hijos para Bunko. La estrategia de testiga de
Jehová, sin embargo, no tuvo mucho éxito, por lo que poco tiempo después
decidió buscar una nueva ubicación para Bunko y el librero. Otra historia curiosa que recuerdo de cuando
Bunko estaba en Lomas Verdes es la del letrero y el presidente municipal. Cierta
mañana, estando yo haciendo algo en el jardín, vi que se aproximaron dos
enormes camionetas negras, que se estacionaron frente a la casa. De ellas
bajaron algunos guaruras y Licenciados, entre quienes se encontraba el señor
presidente municipal (de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme). Echaron un
ojo a la zona, el munícipe miró en la dirección de nuestra humilde morada,
señaló el hermoso y colorido letrero de madera que adornaba nuestra fachada (Un
letrero hermoso, hecho en Morelia por cierto, regalo de Mauricio Bruci),
platicó algo con un achichincle, se subieron a la camioneta y se fueron. Días
más tarde, mientras perpetraba alguna de mis caricaturas, me topé en la radio
con el informe del presidente municipal que acababa de conocer días atrás. Por
curiosidad, me quedé escuchando un rato y cuál sería mi sorpresa al enterarme
que, uno de los tantos logros de esa administración , era precisamente la
creación de una biblioteca infantil en la Colonia Lomas Verdes, justamente… ¡En
nuestra calle! Luego de haber sido
inaugurado, de la forma en que acabo de relatar, por el Alcalde, Bunko se
trasladó a la Avenida Murillo Vidal, que en aquel entonces era casi un
desierto. En un localito minúsculo, Bunko Papalote convivía con una escuelita
de manualidades, que más tarde se transformaría en la famosa cafetería de
Bunko. Recuerdo muy especialmente de aquellos tiempos el pay de chocolate, la
gelatina de nuez, la anécdota del cachito y las cositas y la de Batman Y Robin,
que Aída podrá contarles más tarde. Y a partir de entonces, Bunko creció y se
multiplicó. Creció en tamaño, creció en integrantes, creció en niñas y niños,
le nació un hermano en Morelia y creció infinitamente en su propuesta. Y de
todo esto que pasa en Bunko me entero de vez en vez, cuando Aída tiene un
ratito para platicar o cuando me encuentro a Irene en el camión y me pone al
corriente de todo lo que Aída no me platica (Aída es de pocas palabras). Muchas
felicidades a Aída, Rebeca, Gialu, Irene, Alba y Lupita por tan extraordinaria
labor. Muchas felicidades también a todas las chicas que participan en Bunko Papalote y
muchas felicidades a la infancia de Xalapa y Morelia, porque Bunkos Papalotes,
nomás hay dos.
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