22 de octubre de 2013

Mesa Redonda: "Voces de Bunko celebrando 20 años"


La celebración en el Jardín de las esculturas comenzó con unas palabras de las tres personas por cuyas gestiones, ideas, esfuerzo y apoyo este proyecto vio la luz en 1993. Hoy Bunko Papalote cumple 20 años de promover la lectura en México desde la sociedad civil. A continuación sus textos:

La semilla de Bunko Papalote



Por: Rebeca Cerda. Gestora y asesora permanente de Bunko Papalote A.C.

Es sencilla y pequeña esta narración, fue la semilla que se buscó y sembró para hacer crecer este árbol que hoy festejamos, todo comenzó en 1988 con el conocimiento del trabajo que desarrollaban en Japón creando pequeñas bibliotecas comunitarias. Esta red se originó cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de que los niños y sus familias a través de las actividades de lectura pudieran comunicarse con otros niños y permitir la protección, y el sentido del orgullo cultural de las prácticas lectoras como el puente para establecer una relación social de comprensión y entendimiento entre pares.
La experiencia se había multiplicado y llegado a varios países. Para que esta llegara a México tomó dos años de escribir cartas a Japón hasta lograr una reunión con la Asociación Bunko Internacional y ver la posibilidad. En 1990 en la ciudad de Williamsburg en EU, la Sra. Yukiko Kobayashi, directora ejecutiva me dio una cita. Llegué, y resultó que para mi sorpresa, no era una cita lo planeado, sino una ceremonia del té un "Chanoyu".
Los japoneses consideran que hay varios CAMINOS DE VIDA, y uno de ellos es el CAMINO DEL TÉ; El auténtico espíritu estético de una austera simplicidad y refinada pobreza; esta es una forma de cortesía que representa la belleza y la armonía con la naturaleza. Si vemos en retrospectiva este acto, de alguna forma esta ceremonia representaba un presagio de la forma de proyecto y trabajo que se vislumbraba en el futuro.
Años después, debido a la insistencia, nos reunimos en México con la Sra. Kobayashi, y estuvo de acuerdo en apoyarnos con la compra de 150 libros y dinero para un librero... De esta manera tan simple y austera, se le entregó a Aída la semilla con la que comenzó la historia sobre la que hoy vamos a hablar y cuyas experiencia vamos a recordar.

Me gustaría compartir algunas fortalezas que han distinguido el trabajo en los Bunkos Papalote:

 • La tenacidad de un grupo social por permanecer en el trabajo de la propuesta. 
Sorprende al que se acerca conocer que no es una gran agrupación o poderosa institución la que realiza el trabajo. Esto rompe los esquemas de la actual visión que impera en el mundo de hoy, el del valor monetario, el de los medios de comunicación y de la reproducción acelerada del trabajo con fines productivos sobre la vida de las personas.
El valor humano por la predilección de una forma de vida dedicada al cuidado del "otro" a través de la formación de procesos culturales y sociales. 
Para encontrar sentido y significado en las narraciones que se llevan a cabo en los talleres y en las propuestas de un orden de vida diaria de la que todos participan a través de intercambios y diálogos.
La fidelidad a la filosofía y al grupo, que han sido discutidos, experimentados y reformulados a través del tiempo para poder ser flexibles según las circunstancias que el día a día va reclamando.
  • El diálogo "descubierto" para mantener la cohesión y el avance.
  • La continua preparación profesional de los que participan ha permitido el avance en el diálogo y la práctica. 





Por: Aída Jiménez Orozco. Fundadora de Bunko Papalote, A.C.

 “¡Ah…! ¡Ya entendí…!”
Ésta es con seguridad, la expresión que más me gusta escuchar en un niño o niña, a propósito de la lectura de un cuento, de manera conjunta, en los talleres de lectura de Bunko Papalote.
Este enunciado, con sendos signos de admiración, me hace pensar que para el niño no sólo está resultando significativa la información compartida, sino que está acomodando en su esquema mental un entendimiento nuevo, que convivirá y probablemente diferirá de otros ahí construidos. Seguramente, al dialogar con su familia acerca de estas ideas, así como al contrastarlas a partir de alguna experiencia social, dichas ideas volverán a moverse en su mente, convirtiéndose en objeto de nuevas reflexiones, probablemente acciones individuales y colectivas, aprendizajes y desaprendizajes, como dice un amigo.
Últimamente he estado pensando que una cosa parecida a este proceso infantil del que hablo, ha pasado conmigo misma a lo largo de estos 20 años de mantener con vida un espacio social como Bunko Papalote.
Entre otras cosas he podido entender que una clara y constructiva comunicación (acertiva, dirán mis amigos psicólogos), indispensable para una convivencia armónica en cualquier aspecto de la vida que se nos ocurra, es un proceso sumamente complejo y delicado. Difícil de poner en práctica también,  que requiere de aprendizajes que no siempre desarrollamos en la familia o en la escuela, tales como atención, interés por los demás, así como capacidad de reconocer y expresar las contradictorias emociones que nos produce el encuentro con los otros (especialmente con los que resulta que no son como nosotros).
También he podido entender a lo largo de estos 20 años, que tanto los afortunados encuentros, como los dolorosos desencuentros, son dos caras de una misma moneda. Y que ambos son necesarios para fortalecer nuestros aspectos positivos, así como para reconocer y transformar (o desaprender) los negativos.
Como la cuartilla se me acaba (y con ella mi tiempo de participación en esta celebración), terminaré diciéndoles que Bunko Papalote ha sido para mí un laboratorio experimental de vida democrática (inmersa en relaciones de poder que hemos aprendido a reconocer, lidiar y transformar), de creatividad, libertad, reflexión colectiva y amistad. Por esto, después de 20 años, puedo decir como los niños “¡Ah…! ¡Ya entendí…!”



Por Patricio Ortiz.  Esposo de Aída y papá de Bunko Papalote, A.C.

Aunque los Talleres de lectura de Aída comenzaron antes de que llegáramos a Xalapa, en la Casa de la Cultura de Cholula, Bunko Papalote, como tal, comenzó en Xalapa. Me atrevería a decir que Bunko empezó a existir junto con un librero, especialmente diseñado por Aída y fabricado por un amigo carpintero, que se abre y cierra (todavía existe y está en uso) y que en su interior albergaba todo el acervo de libros que en ese momento conformaban la biblioteca infantil. El librero, si mal no recuerdo, se encontraba primero en el Patio Muñoz, al que acudían por las tardes niñas y niños. Recuerdo especialmente de esa época que una tarde llegó Aída, muy risueña, cantando una porra que Atzimba, una de sus alumnitas, le había compuesto: Bunko Papalote, Bunko Papalote, la maestra Aída, la maestra Aída. No hace falta decir que esa porra todavía es utilizada en ocasiones especiales, como esta. Del Patio Muñoz, Bunko Papalote y el librero se mudaron junto con nosotros a nuestra casita de Lomas Verdes, en donde en aquellos entonces terminaba la ciudad de Xalapa.  Las familias de aquella remota colonia no eran, para citar algunas de las cosas que he aprendido gracias a los estudios de Aída “culturalmente cercanos a la lectura” y un taller de lectura infantil no podría haberles importado menos, así que la “Maestra Aída, la Maestra Aída” tenía que salir a tocar de casa en casa, para pedirles a las mamás que le prestaran un ratito a sus hijas e hijos para Bunko. La estrategia de testiga de Jehová, sin embargo, no tuvo mucho éxito, por lo que poco tiempo después decidió buscar una nueva ubicación para Bunko y el librero.  Otra historia curiosa que recuerdo de cuando Bunko estaba en Lomas Verdes es la del letrero y el presidente municipal. Cierta mañana, estando yo haciendo algo en el jardín, vi que se aproximaron dos enormes camionetas negras, que se estacionaron frente a la casa. De ellas bajaron algunos guaruras y Licenciados, entre quienes se encontraba el señor presidente municipal (de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme). Echaron un ojo a la zona, el munícipe miró en la dirección de nuestra humilde morada, señaló el hermoso y colorido letrero de madera que adornaba nuestra fachada (Un letrero hermoso, hecho en Morelia por cierto, regalo de Mauricio Bruci), platicó algo con un achichincle, se subieron a la camioneta y se fueron. Días más tarde, mientras perpetraba alguna de mis caricaturas, me topé en la radio con el informe del presidente municipal que acababa de conocer días atrás. Por curiosidad, me quedé escuchando un rato y cuál sería mi sorpresa al enterarme que, uno de los tantos logros de esa administración , era precisamente la creación de una biblioteca infantil en la Colonia Lomas Verdes, justamente… ¡En nuestra calle!  Luego de haber sido inaugurado, de la forma en que acabo de relatar, por el Alcalde, Bunko se trasladó a la Avenida Murillo Vidal, que en aquel entonces era casi un desierto. En un localito minúsculo, Bunko Papalote convivía con una escuelita de manualidades, que más tarde se transformaría en la famosa cafetería de Bunko. Recuerdo muy especialmente de aquellos tiempos el pay de chocolate, la gelatina de nuez, la anécdota del cachito y las cositas y la de Batman Y Robin, que Aída podrá contarles más tarde. Y a partir de entonces, Bunko creció y se multiplicó. Creció en tamaño, creció en integrantes, creció en niñas y niños, le nació un hermano en Morelia y creció infinitamente en su propuesta. Y de todo esto que pasa en Bunko me entero de vez en vez, cuando Aída tiene un ratito para platicar o cuando me encuentro a Irene en el camión y me pone al corriente de todo lo que Aída no me platica (Aída es de pocas palabras). Muchas felicidades a Aída, Rebeca, Gialu, Irene, Alba y Lupita por tan extraordinaria labor. Muchas felicidades también a todas las chicas que participan en Bunko Papalote y muchas felicidades a la infancia de Xalapa y Morelia, porque Bunkos Papalotes, nomás hay dos.       





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